31 ene 2014

Tener miedo es de valientes.

Tener miedo es de valientes.

Tener miedo es estar vivo. Si tienes miedo es porque te importan las cosas, las personas. Tener miedo significa que te has atrevido a hacer algo y que tienes miedo de haber dado un paso en la dirección incorrecta. Significa que no quieres perder aquello que ya tienes o que te aterroriza no conseguir nunca estar cerca de esa persona a la que deseas decirle tantas cosas.

Tener miedo es de valientes. Es sentir. Es vivir. ¿Acaso se es más valiente si cubres tu alma con una coraza opaca a tus emociones? ¿O es más heroico aquel que deja traslucir todo aquello que siente? Sinceramente, es de estúpidos intentar no mostrar que eres una persona. Pues esas cosas abstractas que podemos sentir, pero no tocar, y a las que normalmente llamamos emociones, forman parte del ser humano.

No es más bravo aquel que no teme a nada. Inconsciente, más bien. Pero hasta ese también tiene un miedo: miedo a la consciencia. Incluso temer a la muerte. Eso es de valientes. Si temes la muerte es porque amas la vida. Porque luchas cada día por seguir vivo en este mundo tan injusto y que tanto nos castiga. Porque no te rindes y no aceptas la salida fácil que sería, simplemente, dejar de ser.

De valientes, de valientes es tener el alma rota. No los que la tienen plastificada, pues esos, volvemos a lo mismo, se aislan de la osadía. Son aquellos que se han dejado llevar, los que han sufrido y padecido las penurias de la coexistencia con otras almas a las que se han entregado los que han sido intrépidos.
Hay muchos de estos en ese mundo con tantas perspectivas diferentes, con tantas explosiones y ebulliciones, tantas cuerdas sueltas y cabos que atar. Ese mundo que a veces creemos imaginario, inexistente, y que otras veces es capar de introducirte en esa única dimensión solo accesible a los privilegiados que logran juntar esas cuerdas. Ese mundo que empieza por A y acaba por Mor. Ahí es donde es más difícil ser valiente.

Tener miedo es experimentar. Dejarse llevar suena demasiado bien, ¿verdad? Lo difícil es conseguirlo. Lo harás cuando sientas miedo. Miedo a seguir con esa rutina que no te hace feliz. Miedo a ver como esa persona se te va escapando poco a poco mientras no eres capaz de decirle cuan importante es para ti. El miedo hace al valiente. Sin la palabra miedo no existiría la palabra valiente.
Porque de gente que dice ser valiente está el mundo lleno, pero gente que lo es... eso es otro cantar.

Es cierto. Para ponerse en medio de un escenario hay que ser valiente. Pero cuando dejas tu anterior existencia, la comodidad de la rutina a la que agarrarse para empezar a crear una vida normal; cuando cambias tu ciudad y empiezas de nuevo a formarte un círculo de confianza, creedme, ya no sentirás miedo en ese sentido. A partir de ahora, podrás hacer lo que quieras porque serás un valiente luchando por su objetivo.

Pero la base de toda persona intrépida está en la motivación. Las imágenes que primeramente cruzan tu mente nada más abrir los ojos son las que determinarán el camino emocional que cogerás ese día. Y sí, esa es nuestra gasolina para el alma:
Levantarte y ver su cara, su sonrisa; Levantarte y verte a ti, cumpliendo tu sueño... Levantarte y poder ver tantas cosas que hacen que te hinches tanto. Eso es lo que mueve a las personas. La motivación. ¿Y qué es la motivación? Simplemente es tener miedo a no conseguir el objeto, la mentalidad o persona que te induce dicha motivación. Y así, el círculo vuelve a cerrarse. La vida no es más que una secuencia de acciones y reacciones entre el miedo y la valentía.

¿Es ser feliz lo que busca una persona a lo largo de su vida? Posiblemente. Pero a lo mejor podemos mirarlo de este modo: Lo que buscamos, cada uno de nosotros, es dejar de tener miedo a a tener miedo.

Tener miedo, en resumidas cuentas, es lo que nos hace crecer como personas, como humanos.

Después de escribir todo esto he llegado a la conclusión de que tengo miedo, soy un cobarde. Pero soy un valiente.

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