20 nov 2010

[Escritos Navideños] Vuelve, Santa.


Bueno chic@s, apelando al espíritu navideño que se aproxima, he escrito este cuento corto. Dedicado para todos aquellos que, en el fondo, nunca dejamos de creer en nuestros propios Reyes Magos y en nuestro propio Santa Claus.



Queridos Reyes Magos. Este año me he portado súper bien, ¿sabéis? He sido bueno con mi hermanita, he hecho caso a papá. Desde que mamá no está y papá es el que nos lleva al cole soy bueno. A lo mejor es porque se le ve muy triste a veces, pero lo que hacía antes ya no lo hago, no quiero porque ya me dijo papi que ahora que mamá no estaba yo tenía que cuidar de Nerea. Y eso hago, soy un gran hermano mayor. Por eso este año quiero pediros unos cuantos regalos, pero no sólo para mí. Primero quiero pedir unas risas para la cara de papá, porque apenas sonríe. Después quiero que a mi hermana le traigáis unas zapatillas muy bonitas que vi el otro día en una tienda. Seguro que le gustan. Son muy graciosas, muy pequeñitas, como su pie. Y para mí quiero una tableta de chocolate, papá no nos deja comer mucho porque dice es sólo en su justa medida, pero como ya mismo es Navidad, igual si me la regaláis me deja comer más. También me gustaría tener un perrito para que nos hiciera compañía. Y por último, quisiera que si podéis, mandarais este mensaje a mamá en un papelito atado a la pata de una golondrina, que es el pájaro favorito de ella:

Mami, te echo de menos. Nerea está muy grandota ya y la cuido muy bien. Hacemos mucho caso a papá. Yo creo que él también te echa de menos, porque casi siempre está mirando tu foto del salón. ¿Por qué no vienes algún día a vernos? Te prometo que seremos muy buenos. Te quiero mucho mami. Quédate con la golondrina para que no estés sola y te haga compañía.

Muchas gracias señores Reyes. Espero que podáis ver a mamá, ya que Santa Claus no me quiere. El año pasado no vino a nuestra casa. Me puse muy triste, dos días antes mami se fue, y en Nochebuena Papa Noel no viene. Ya no me gusta. Me decepcionó mucho. Espero que vosotros nunca me abandonéis.

PD: Os dejaré leche y mantecados, y piel de naranja para vuestros camellos. Os quiero.

Álex.

Fue entonces cuando Melchor acabó de leer la carta que acababa de recibir del niño. Una lágrima brotó por su mejilla mientras sacudía tristemente su cabeza. Reunió a los otros dos Reyes Magos y todos leyeron la carta inundándose por la tristeza que Álex había dejado impregnada en el papel.

- No podemos dejar así al niño. Un niño de siete años no debería dejar de creer en el Abuelo. - Dijo Baltasar con gesto de preocupación.

- En eso estamos de acuerdo. Tenemos que hablar con Santa y que vuelva a dar fe a Álex.

Pasaron los días. El niño seguía portándose bien, seguía cuidando a su hermanita, y poco a poco, los días fueron llevando a la noche de Nochebuena. Pero esa noche ya no era igual para Álex desde el año pasado. Ya no esperaba a Santa, ya no tenía esa ilusión de ver al bonachón barrigón vestido de rojo. Ya no. Por lo que se acostó en su cama como otra noche cualquiera. Pero no lo fue. En cuanto cerró los ojos, una pequeña campanilla sonó desde el salón. Un puro sonido navideño acompañado del balido de un reno. Álex abrió los ojos como platos. Se deshizo como pudo de las sábanas que cubrían su cuerpo y se calzó las zapatillas de pelillo para bajar apresuradamente las escaleras. Fue entonces cuando se quedó sin habla. Pues junto a la chimenea estaba ese abuelo barbudo de traje colorado con quien tantas veces había soñado años atrás. Santa Claus esbozaba una sonrisa amable, la sonrisa mas amable que jamás había visto el niño. El único rostro que no tenía ni una miga de maldad sobre la tierra.

- Te debo una disculpa, pequeño. Te fallé. Pero ahora estoy aquí para recompensartelo. A pesar de que tu carta no iba a mi nombre, un pajarito me ha chivado algunos de tus deseos para este año. Ven conmigo- y así tendió su grandota mano enfundada en un curioso guante blanco. El pequeño dudó un poco, pero la gran sonrisa de Papa Noel pronto hizo olvidar toda la decepción que sentía hasta minutos antes. Agarró la gran mano y juntos salieron al porche cubierto por blanca nieve en muchos sitios aún sin pisar. Allí estaba el gran trineo rojo tirado por renos.

- ¡Es muy grande!- Álex no pudo evitar la sorpresa y la emoción. - Pero, nos van a ver.

- Tranquilo pequeñajo, nadie nos va a ver. Soy Santa Claus, nadie puede verme si yo no quiero.

Los dos surcaron el despejado cielo de invierno, que con su total oscuridad combatía con las millones de bombillas que adornaban las calles de la ciudad y que la dotaban de un espíritu aún más navideño. A pesar de ser pleno invierno el niño no sentía nada de frío allá arriba, ni si quiera el aire rozaba su cara. Pero el viaje fue muy cortito, en seguida aterrizaron en una zona despejada de árboles. Allí seguía siendo de noche, la nieve cubría casi toda la extensión. Los miles de abetos que había también estaban nevados. Todo en sí era una Navidad pura. Incluso la casa de madera que había justo delante de ellos confería un hermoso christmas. Entonces sonó un ladrido, y un pequeño cachorro de labrador corrió a trompicones desde la entrada de la casa y se alzó sobre el asombrado pequeño, que con asombrosa felicidad abarcó al cachorro entre sus brazos.

- Es tuyo. - Dijo sonriendo Santa. - Puedes ponerle el nombre que quieras. Este es tu primer regalo.

- ¡Gracias Santa! Se llamará... Noel, como tú.

Era lo que más feliz le hacía. Ese era el motivo por el que llevaba milenios llevando ilusión a la gente. Ese era el motivo por el que una vez al año trabajaba toda una noche visitando cada uno de los muchos hogares que había sobre la tierra: La felicidad de un niño. Y Santa ya estaba mayor para estos trotes. Pero el seguiría haciéndolo hasta el final.

- Encantado, tocayo.-El abuelo acarició familiarmente al perro que ahora jugaba con sus botas negras. - Se me olvidaba Álex. Dentro está tu otro regalo.- Justo entonces, una negra golondrina revoloteó por sus cabezas y voló rauda hacia dentro de la cabaña. El niño corrió hacia la puerta y se encontró con una confortable sala repleta de guirnaldas. La chimenea del fondo estaba encendida y justo delante había una cómoda mercedora recibiendo todo el calor del fuego. Allí estaba posada la golondrina.

- Álex- una voz de mujer rompió el silencio de la habitación. El pequeño no comprendió. - mi hombrecillo cabezota.- Entonces si. La imagen de su madre apareció en su mente dando forma a aquella voz tan familiar pero que tanto añoraba desde que se fue. Corrió hacía el sillón mientras las lágrimas caían como un torrente sobre su cara. Una vez cruzó la distancia que lo separaba de su madre el niño se arrojó a los brazos de la mujer, que como acostumbraba a hacer cada noche antes de marcharse, acunaron al pequeño dándole todo el cariño que una madre pueda dar a un hijo. También las lágrimas hicieron acto de presencia en ella.

- Mamá, ¿dónde has estado? Te echo mucho de menos. Echo de menos que no me arropes y me des las buenas noches. Echo de menos despertarme e irme a tu cama a dormir. Mami, ¿vas a volver? ¿vas a volver? Si he hecho algo que te enfadara perdóname, no lo volveré a hacer. Por fi mami, tus bocatas del cole están más buenos que los de papi.

Escuchar esas palabras de su hijo y no poder volver a casa con él hicieron que la impotencia recorriera cada rincón de su cuerpo. Pero aguantó. Reprimió el llanto que gritaba por salir de su garganta. Todos sus pensamientos se dirigieron hacia su pequeñín, ese al que después de un año volvía a tener entre sus brazos, aunque sólo fuera a ser por un tiempo. Hizo un gran esfuerzo para regalarle la más tierna de las sonrisas a su hijo.

- No estoy enfadada contigo, mi vida. No has hecho nada malo. Sé que eres un hermano mayor ejemplar y un hijo estupendo. Pero ahora no puedo volver a casa. Mami tiene una misión que hacer.- Pensó- Mamá tiene que ayudar a Santa Claus a organizar todas las cartas vuestras durante todo el año para que en la noche de hoy se cumplan vuestros deseos.- Seguro, pensó, que con ese pretexto su hijo sería feliz y estaría orgulloso de ella.- Pero te prometo que cada noche, mientras duermes, estaré ahí vigilando que nadie moleste a mi pequeño.

Él sonrió, mientras ella sacaba tres cajitas de su bolsillo. Eran sus regalos para su familia. Las abrió y las fue dando al niño mientras explicaba lo que era cada cosa. La primera era su alianza, en la que estaba inscrito "Para Siempre" y la fecha de la boda. Para papá; Un pequeño vestidito color pastel con un bordado en el centro, "Mi princesita", para su hermana; Y una golondrina tallada en madera con un broche a modo de colgante, para él.

- Los he hecho yo para vosotros- Sonrió ella.- ¡Ah! Yo me quedaré con el tuyo- Sacó una tarjetita y leyó las palabras que Álex pidió a los Reyes en su carta que dieran a su mamá-, es el mejor regalo que me han hecho. Lo llevaré siempre conmigo.

Santa Claus entró a la habitación y sonrió al ver como Álex irradiaba felicidad. Aunque también podía percibir la tristeza que se iba acrecentando en él a medida que iba comprendiendo que se acercaba la separación. Otra vez.

- Tenemos que irnos, pequeñajo. Tengo que seguir trabajando si quieres que los demás niños también sean felices.

- Está bien- Dijo él. - Yo ya he sido feliz, creo que no podría haberlo sido más. Pero, ¿cómo has encontrado a mamá y la has podido traer aquí?

Santa y mamá tuvieron una mirada de complicidad.

- Un amigo muy especial me ha echo un favor. - Sonrió el Abuelo.

Álex se abrazó con fuerza su madre y recibió un beso de esta en su mejilla.

- Mami, ven a vernos cuando puedas, ¿vale? Siempre podrás entrar en mi cuarto cuando tú quieras.

- Lo sé hijo. Ahora tenéis que iros. Dile a papi y a Nereita que los quiero, y que no me olvidaré de ellos. Siempre estaré con vosotros aunque vosotros creáis que no estoy.

Así fue como Álex vio por última vez a su madre. Guardó el recuerdo de su cara como el bien más preciado de su mente y marchó al trineo junto con Santa y su perro Noel vuelta a su hogar. Mientras tanto, los Reyes Magos observaban como el niño abrazaba a Santa en la puerta de su casa, y con los ojos radiantes de alegría portaba las tres cajitas que su madre le había regalado para esta noche tan especial de Nochebuena.

- Ningún niño debería dejar de creer en nuestro viejo amigo.- dijo Gaspar palmeando la espalda de sus dos compañeros.

- Llevas toda la razón compañero. Tanto nosotros como él somos repartidores de ilusión. Debemos apoyarnos- añadió el rey Melchor.

- Y por eso, este niño el año que viene volverá a escribir dos cartas, una a nosotros, y otra al Abuelo.- finalizó Baltasar.

- ¡Papi, papi!- Álex entró al cuarto de su padre con Noel corriendo torpemente tras él y saltó a la cama.- ¡Me ha pasado algo increíble!

En ese momento, el trineo de Santa pasó por al lado de los tres ocultos observadores y guiñó el ojo en un gesto de agradecimiento mientras las palabras mágicas de tal noche resonaron por todo el oscuro y despejado cielo: Jo, jo, jo, Feliz Navidad.

7 comentarios:

  1. Tio.... me has hecho llorar.... :_) ... no me digas que es tuyo!!

    ResponderEliminar
  2. Precioso, Cris. Me ha encantado :) Saludos desde Polonia!
    Eli

    ResponderEliminar
  3. Que siii lo he escrito yo!!! como todo lo que hay en el blog!!jajaja

    Gracias Eli! un beso!

    ResponderEliminar
  4. Me ha encantado. Tienes madera para ser un buen escritor.

    Enhorabuena !!!

    ResponderEliminar
  5. Enhorabuena Chris!!!! Me ha gustado muchísimo. És muy emotivo ... felicitaciones desde Navàs (Barcelona)
    Anna

    ResponderEliminar
  6. Gracias Anna. me alegro que te guste!

    ResponderEliminar