21 nov 2010

[Escritos Navideños] La lágrima caída del cielo.


He de decir que me he aficionado a escribir estos cuentos cortos de Navidad. Este es el segundo, y no será el último. Espero que os guste también como el primero.


La nieve había caído durante todo el día anterior cubriendo cada palmo de las calles. El paisaje era particularmente bonito en estas fechas donde las luces de navidad adornaban cada rincón.
Era la víspera de Nochebuena y las calles estaban atestadas de gente haciendo las compras de última hora. Era evidente el ambiente que se respiraba por estas. La familiaridad de la gente, las ganas de compartir con las personas más cercanas a cada uno, ese "algo" que hace que la gente tenga una espiritualidad diferente cada Navidad, era palpable en el aire. También el amor. Parejas agarradas por la mano, colocándose los gorros mutuamente con una cariñosa carantoña. Y eso era lo que estaba matando a Álvaro. No hacia mucho tiempo que la chica a la que se había dedicado por completo lo había dejado. Fue la gota que colmó el vaso. Sentía que siempre era igual. Y el desanimo lo abrumó.
El ir por la calle vislumbrado todas esas escenitas no lo ayudaban lo más mínimo. Sobre todo cuando tenía tantos planes pensados y tantas ganas e ilusión en pasar esta Navidad con la chica. Pero volvió a ser igual de defraudante, y para más inri, a las puertas de estas fechas tan señaladas.

- Estoy harto de las chicas, y encima la gente en la calle no hace más que restregarme que felices son ellos- No pudo contenerse más y se volvió drásticamente a su amigo Juan.
- Bueno Álvaro, que a ti no te haya ido bien no significa que nadie pueda ser feliz. De hecho tú lo has sido mientras la cosa ha ido bien.
- Ese es el problema. La duración de lo bueno siempre es demasiado corta.
- Todo llega. Cuando las cosas no van bien es por algo.
- Lo sé Juan, pero siempre me pasa lo mismo. Creo que voy a escribir un libro con estas historias, te lo juró.- Bromeó al fin. Después, miró al cielo pensativo- A veces pienso que me gustaría formar parte de una película...
- ¡Oh! ¡Venga ya! No seas cursi.- Interrumpió Juan.
- No, no, en serio. Una película de esas donde el prota pide un deseo. Además casi siempre son en Navidad. Ya sabes, esas pelis en dónde se pide una respuesta del cielo y de la nada cae una gota en forma de lágrima justo en la mejilla del protagonista. ¡Mira! ¡Una estrella fugaz! Esto no puede ser casualidad.
- Buah tío, pues si te hace ilusión, pide un "cursi deseo".
Lo hizo. Álvaro se dejó arrastrar por su película imaginaria y pensó: Quiero conocer a una chica que merezca la pena, ya está bien de pruebas.
Era evidente que solo siguió la broma que el mismo había empezado rememorando alguna escena de película. Así que ambos siguieron andando por aquella transitada calle bajo un mar de luces de colores y con el sonido navideño de los clásicos villancicos populares.

Habían pasado varios días y la mente de Álvaro aún no había superado aquella pérdida. Ahora, en la víspera de Nochevieja, el pesimismo y la desgana seguían estando presente en el joven. Eran las siete de la tarde y su madre lo había mandado a comprar algunas cosas para la cena del día siguiente, y para ahorrarse a los compradores de última hora que irían a la mañana del treinta y uno, su madre lo mandó la tarde de antes. Aún así había una notable cola en la caja, y fue justo al ir a colocarse detrás del último cuando un hombro chocó contra el suyo desplazándolo hacia la izquierda.
- ¡Ten más cuidado!- Dijo un poco malhumorado después del inesperado empellón.
- Lo siento, pensaba que llegaba antes- Contestó una agradable voz de chica seguida de una risita.
Y la miró al mismo tiempo que quedó fascinado de aquel rostro angelical.
- Lo siento- Se disculpó un poco aturdido- Es que me ha mandado mi madre a comprar y vengo un poco mosqueado.
- ¿A ti también? Bueno, creo que me quedo más tranquila. Ya sabes, mal de muchos, consuelo de tontos. Así que soy tonta. - Volvió a sonreír.
- Yo también debo serlo, porque estando mi hermana en casa siempre me toca pringar a mi.
- Soy Angi. Encantada, compañero tontuno.
Era increíble la energía y positividad que desprendía aquella chica en apenas diez segundos que habían hablado. Pero eso, además de de sus preciosos rasgos, su bonito y bien cuidado pelo rubio y su fina y limpia piel dejaron noqueado al chico.
- Yo Álvaro. Por cierto, pasa tu primero, tienes menos cosas que yo.
- Gracias.
- De nada. Total, tampoco tengo prisa, creo que no tengo nada que hacer en los próximos.... tres meses.
- Pero si mañana es Nochevieja. Algo harás.
- Ojalá- Contestó él.- Pero mis amigos se van a una casa rural con sus chicas, y lógicamente no voy a ir arrastrando el candelabro.
- Bueno, como hemos quedado en que somos tontos, te diré que yo estoy castigada.

Así hablaron larga y tendidamente, no solo en la cola del súper, sino que después de soltar las bolsas cada uno en su casa, los dos volvieron a la calle para seguir hablando. Caminaron largo rato bajo el negro cielo navideño. Anduvieron bajo una incesante caída de copos de nieve que seguían engordando la ya posada capa de nieve que cubría las calzadas.
- Pues para tener casi dieciocho años parece que tuvieras quince- Bromeó Angi.
- Fue a hablar la que ya los tiene y la ha castigado su padre.- Replicó él.
- Bueno pero es que mi padre es bastante autoritario. Bastante que ya repetí segundo para que ahora me queden seis en el primer trimestre.
- ¡Oye! Tengo una idea. ¿Y si nos tomamos las uvas juntos?
- Claro, entras a mi casa y le digo a mi padre: Mira papi, este es Álvaro, lo conocí ayer, viene a tomar las uvas.
- Es cierto. Bueno pues después, puedes escaparte de casa.
- Tú eres muy listillo, ¿no?- Volvió a bromear. - No puedo escaparme, pero... -pensó, y a los pocos segundos su cara se tornó en una sonrisa traviesa. - Te espero después de las campanadas en mi casa. Ya sabes donde es, pero eso sí, no toques al timbre, rodea la casa. Así que te esperaré en la parte de atrás.
- Pero, ¿cuál es el plan?
- Confía en mí.
El asintió con media sonrisa. Al final, después de varias horas caminando, volvieron cada uno a su casa.
Cuando entró al salón Álvaro se tumbó en el sofá. Y alegremente acarició las agujas del árbol de Navidad que tenía justo al lado. Estaba feliz. Había olvidado su preocupación de las últimas semanas. Por fin. Pero entonces pensó que volvía a pasar. Volvía a dejarse llevar fácilmente y demasiado rápido por las situaciones.

Ya se había comido la última uva. Había dado la bienvenida al nuevo año, y antes de tragar corrió a su habitación para enfundarse el abrigo, el gorro de lana, los guantes y colocarse al cuello la bufanda. Salió como un ciclón de su casa sin apenas dar explicaciones. La casa de Angi no quedaba muy lejos de la suya, pero aún así estaba impaciente por ver cual iba a ser el plan. Y llegó. Era una casa no muy grande, recubierta de luces y adornos navideños, con varios enanitos en el porche portando cosas típicas de estas fechas. No había casas alrededor, y sólo dos farolas algo alejadas alumbraban los alrededores. "Mejor", pensón "así no me verán por los ventanales".
Rodeó la casa como le había dicho ella y al llegar a un pequeño huerto un siseó le hizo mirar hacia arriba. Y allí estaba ella. Forrada en abrigos justo como él. Estaba en el mismo tejado, un tejado no muy empinado, casi raso, al que daba una ventana. Angi se sentaba justo delante de ella, sobre una gruesa manta de pelillo y justo al lado de una estufa de butano, que, según parecía, irradiaba bastante calor. Álvaro hizo caso de las señas que ella le hacía en silencio para no alertar a sus padres y subió por una cañería bien anclada a la pared. No estaba demasiado alto.
- Wow- farfulló el chico mientras miraba las bonitas vistas alumbradas por la luz candente de la estufa- que bonito, y que lugar tan original para pasar un año nuevo.
- Mis padres están abajo con toda la familia. Les he dicho que iba a ver la tele en mi cuarto, que no tenía ánimos si no podía salir. Así que creo que no nos molestarán aquí arriba. Pensaba que no ibas a venir.
- ¡Claro! te dije que si- exclamó él algo resentido.
- No sé, pasar una Nochevieja con una desconocida en un sitio que no sabes y que además no puede salir de casa...
- Digamos que confiaba en ti.
- Me alegro- Sonrió la chica.- Por cierto, feliz año nuevo.- Dijo mientras ofrecía a Álvaro una copa de cava.
- Feliz año nuevo- Replicó él brindando con ella.
Pasaron largo rato hablando y riendo tumbados en la gruesa sábana a la luz y el calor de la estufa. No sabían cuanto rato había pasado, pero aún había jolgorio abajo, no había problema.
- Eres un tío de la ostia.
- Tú también, sino no hubiese venido.
- ¿Por qué no me besaste ayer?- Lo heló con la pregunta repentina y esa mirada tan decidida.
- No sé- Titubeó él.- no sé si es buena idea hacerlo tan pronto.
- Cuando dos personas quieren besarse, ¿dónde está la medida de tiempo que lo deba impedir?
Álvaro la miró, incrédulo por la seguridad que trasmitía aquel rostro tan bonito. Quería besarla. Además se lo estaba pidiendo. Pero él pensó una vez más en sus infinitas decepciones. "Con lo fácil que es en las películas", pensó. El cielo estaba raso a pesar de la nieve que había caído días atrás y que lo había cubierto todo, pero en ese mismo momento, una gota en forma de lágrima cayó justo debajo del ojo derecho del chico. Y hubo un sobresalto en él. "No puede ser una coincidencia", volvió a decirse en sus adentros mientras miraba a Angi. Y sí, toda duda se despejó de su mente, y como si de un fuerte imán se tratara, sus labios se encontraron con los de la chica. El primer beso del nuevo año. Un beso en plena navidad, sobre un tejado y a la luz de una estufa, precedido, además, por un deseo que él mismo había imaginado días atrás...
"Esta es la magia de la Navidad..."

En ese mismo momento, tres pares de ojos curiosos y amables observaban sin ser vistos la bonita escena. Los tres entrechocaron sus manos alegremente mientras sujetaban sus coronas para que no cayeran al suelo...


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