21 nov 2010
[Escritos Navideños] La lágrima caída del cielo.
20 nov 2010
[Escritos Navideños] Vuelve, Santa.
Bueno chic@s, apelando al espíritu navideño que se aproxima, he escrito este cuento corto. Dedicado para todos aquellos que, en el fondo, nunca dejamos de creer en nuestros propios Reyes Magos y en nuestro propio Santa Claus.
Queridos Reyes Magos. Este año me he portado súper bien, ¿sabéis? He sido bueno con mi hermanita, he hecho caso a papá. Desde que mamá no está y papá es el que nos lleva al cole soy bueno. A lo mejor es porque se le ve muy triste a veces, pero lo que hacía antes ya no lo hago, no quiero porque ya me dijo papi que ahora que mamá no estaba yo tenía que cuidar de Nerea. Y eso hago, soy un gran hermano mayor. Por eso este año quiero pediros unos cuantos regalos, pero no sólo para mí. Primero quiero pedir unas risas para la cara de papá, porque apenas sonríe. Después quiero que a mi hermana le traigáis unas zapatillas muy bonitas que vi el otro día en una tienda. Seguro que le gustan. Son muy graciosas, muy pequeñitas, como su pie. Y para mí quiero una tableta de chocolate, papá no nos deja comer mucho porque dice es sólo en su justa medida, pero como ya mismo es Navidad, igual si me la regaláis me deja comer más. También me gustaría tener un perrito para que nos hiciera compañía. Y por último, quisiera que si podéis, mandarais este mensaje a mamá en un papelito atado a la pata de una golondrina, que es el pájaro favorito de ella:
Mami, te echo de menos. Nerea está muy grandota ya y la cuido muy bien. Hacemos mucho caso a papá. Yo creo que él también te echa de menos, porque casi siempre está mirando tu foto del salón. ¿Por qué no vienes algún día a vernos? Te prometo que seremos muy buenos. Te quiero mucho mami. Quédate con la golondrina para que no estés sola y te haga compañía.
Muchas gracias señores Reyes. Espero que podáis ver a mamá, ya que Santa Claus no me quiere. El año pasado no vino a nuestra casa. Me puse muy triste, dos días antes mami se fue, y en Nochebuena Papa Noel no viene. Ya no me gusta. Me decepcionó mucho. Espero que vosotros nunca me abandonéis.
PD: Os dejaré leche y mantecados, y piel de naranja para vuestros camellos. Os quiero.
Álex.
Fue entonces cuando Melchor acabó de leer la carta que acababa de recibir del niño. Una lágrima brotó por su mejilla mientras sacudía tristemente su cabeza. Reunió a los otros dos Reyes Magos y todos leyeron la carta inundándose por la tristeza que Álex había dejado impregnada en el papel.
- No podemos dejar así al niño. Un niño de siete años no debería dejar de creer en el Abuelo. - Dijo Baltasar con gesto de preocupación.
- En eso estamos de acuerdo. Tenemos que hablar con Santa y que vuelva a dar fe a Álex.
Pasaron los días. El niño seguía portándose bien, seguía cuidando a su hermanita, y poco a poco, los días fueron llevando a la noche de Nochebuena. Pero esa noche ya no era igual para Álex desde el año pasado. Ya no esperaba a Santa, ya no tenía esa ilusión de ver al bonachón barrigón vestido de rojo. Ya no. Por lo que se acostó en su cama como otra noche cualquiera. Pero no lo fue. En cuanto cerró los ojos, una pequeña campanilla sonó desde el salón. Un puro sonido navideño acompañado del balido de un reno. Álex abrió los ojos como platos. Se deshizo como pudo de las sábanas que cubrían su cuerpo y se calzó las zapatillas de pelillo para bajar apresuradamente las escaleras. Fue entonces cuando se quedó sin habla. Pues junto a la chimenea estaba ese abuelo barbudo de traje colorado con quien tantas veces había soñado años atrás. Santa Claus esbozaba una sonrisa amable, la sonrisa mas amable que jamás había visto el niño. El único rostro que no tenía ni una miga de maldad sobre la tierra.
- Te debo una disculpa, pequeño. Te fallé. Pero ahora estoy aquí para recompensartelo. A pesar de que tu carta no iba a mi nombre, un pajarito me ha chivado algunos de tus deseos para este año. Ven conmigo- y así tendió su grandota mano enfundada en un curioso guante blanco. El pequeño dudó un poco, pero la gran sonrisa de Papa Noel pronto hizo olvidar toda la decepción que sentía hasta minutos antes. Agarró la gran mano y juntos salieron al porche cubierto por blanca nieve en muchos sitios aún sin pisar. Allí estaba el gran trineo rojo tirado por renos.
- ¡Es muy grande!- Álex no pudo evitar la sorpresa y la emoción. - Pero, nos van a ver.
- Tranquilo pequeñajo, nadie nos va a ver. Soy Santa Claus, nadie puede verme si yo no quiero.
Los dos surcaron el despejado cielo de invierno, que con su total oscuridad combatía con las millones de bombillas que adornaban las calles de la ciudad y que la dotaban de un espíritu aún más navideño. A pesar de ser pleno invierno el niño no sentía nada de frío allá arriba, ni si quiera el aire rozaba su cara. Pero el viaje fue muy cortito, en seguida aterrizaron en una zona despejada de árboles. Allí seguía siendo de noche, la nieve cubría casi toda la extensión. Los miles de abetos que había también estaban nevados. Todo en sí era una Navidad pura. Incluso la casa de madera que había justo delante de ellos confería un hermoso christmas. Entonces sonó un ladrido, y un pequeño cachorro de labrador corrió a trompicones desde la entrada de la casa y se alzó sobre el asombrado pequeño, que con asombrosa felicidad abarcó al cachorro entre sus brazos.
- Es tuyo. - Dijo sonriendo Santa. - Puedes ponerle el nombre que quieras. Este es tu primer regalo.
- ¡Gracias Santa! Se llamará... Noel, como tú.
Era lo que más feliz le hacía. Ese era el motivo por el que llevaba milenios llevando ilusión a la gente. Ese era el motivo por el que una vez al año trabajaba toda una noche visitando cada uno de los muchos hogares que había sobre la tierra: La felicidad de un niño. Y Santa ya estaba mayor para estos trotes. Pero el seguiría haciéndolo hasta el final.
- Encantado, tocayo.-El abuelo acarició familiarmente al perro que ahora jugaba con sus botas negras. - Se me olvidaba Álex. Dentro está tu otro regalo.- Justo entonces, una negra golondrina revoloteó por sus cabezas y voló rauda hacia dentro de la cabaña. El niño corrió hacia la puerta y se encontró con una confortable sala repleta de guirnaldas. La chimenea del fondo estaba encendida y justo delante había una cómoda mercedora recibiendo todo el calor del fuego. Allí estaba posada la golondrina.
- Álex- una voz de mujer rompió el silencio de la habitación. El pequeño no comprendió. - mi hombrecillo cabezota.- Entonces si. La imagen de su madre apareció en su mente dando forma a aquella voz tan familiar pero que tanto añoraba desde que se fue. Corrió hacía el sillón mientras las lágrimas caían como un torrente sobre su cara. Una vez cruzó la distancia que lo separaba de su madre el niño se arrojó a los brazos de la mujer, que como acostumbraba a hacer cada noche antes de marcharse, acunaron al pequeño dándole todo el cariño que una madre pueda dar a un hijo. También las lágrimas hicieron acto de presencia en ella.
- Mamá, ¿dónde has estado? Te echo mucho de menos. Echo de menos que no me arropes y me des las buenas noches. Echo de menos despertarme e irme a tu cama a dormir. Mami, ¿vas a volver? ¿vas a volver? Si he hecho algo que te enfadara perdóname, no lo volveré a hacer. Por fi mami, tus bocatas del cole están más buenos que los de papi.
Escuchar esas palabras de su hijo y no poder volver a casa con él hicieron que la impotencia recorriera cada rincón de su cuerpo. Pero aguantó. Reprimió el llanto que gritaba por salir de su garganta. Todos sus pensamientos se dirigieron hacia su pequeñín, ese al que después de un año volvía a tener entre sus brazos, aunque sólo fuera a ser por un tiempo. Hizo un gran esfuerzo para regalarle la más tierna de las sonrisas a su hijo.
- No estoy enfadada contigo, mi vida. No has hecho nada malo. Sé que eres un hermano mayor ejemplar y un hijo estupendo. Pero ahora no puedo volver a casa. Mami tiene una misión que hacer.- Pensó- Mamá tiene que ayudar a Santa Claus a organizar todas las cartas vuestras durante todo el año para que en la noche de hoy se cumplan vuestros deseos.- Seguro, pensó, que con ese pretexto su hijo sería feliz y estaría orgulloso de ella.- Pero te prometo que cada noche, mientras duermes, estaré ahí vigilando que nadie moleste a mi pequeño.
Él sonrió, mientras ella sacaba tres cajitas de su bolsillo. Eran sus regalos para su familia. Las abrió y las fue dando al niño mientras explicaba lo que era cada cosa. La primera era su alianza, en la que estaba inscrito "Para Siempre" y la fecha de la boda. Para papá; Un pequeño vestidito color pastel con un bordado en el centro, "Mi princesita", para su hermana; Y una golondrina tallada en madera con un broche a modo de colgante, para él.
- Los he hecho yo para vosotros- Sonrió ella.- ¡Ah! Yo me quedaré con el tuyo- Sacó una tarjetita y leyó las palabras que Álex pidió a los Reyes en su carta que dieran a su mamá-, es el mejor regalo que me han hecho. Lo llevaré siempre conmigo.
Santa Claus entró a la habitación y sonrió al ver como Álex irradiaba felicidad. Aunque también podía percibir la tristeza que se iba acrecentando en él a medida que iba comprendiendo que se acercaba la separación. Otra vez.
- Tenemos que irnos, pequeñajo. Tengo que seguir trabajando si quieres que los demás niños también sean felices.
- Está bien- Dijo él. - Yo ya he sido feliz, creo que no podría haberlo sido más. Pero, ¿cómo has encontrado a mamá y la has podido traer aquí?
Santa y mamá tuvieron una mirada de complicidad.
- Un amigo muy especial me ha echo un favor. - Sonrió el Abuelo.
Álex se abrazó con fuerza su madre y recibió un beso de esta en su mejilla.
- Mami, ven a vernos cuando puedas, ¿vale? Siempre podrás entrar en mi cuarto cuando tú quieras.
- Lo sé hijo. Ahora tenéis que iros. Dile a papi y a Nereita que los quiero, y que no me olvidaré de ellos. Siempre estaré con vosotros aunque vosotros creáis que no estoy.
Así fue como Álex vio por última vez a su madre. Guardó el recuerdo de su cara como el bien más preciado de su mente y marchó al trineo junto con Santa y su perro Noel vuelta a su hogar. Mientras tanto, los Reyes Magos observaban como el niño abrazaba a Santa en la puerta de su casa, y con los ojos radiantes de alegría portaba las tres cajitas que su madre le había regalado para esta noche tan especial de Nochebuena.
- Ningún niño debería dejar de creer en nuestro viejo amigo.- dijo Gaspar palmeando la espalda de sus dos compañeros.
- Llevas toda la razón compañero. Tanto nosotros como él somos repartidores de ilusión. Debemos apoyarnos- añadió el rey Melchor.
- Y por eso, este niño el año que viene volverá a escribir dos cartas, una a nosotros, y otra al Abuelo.- finalizó Baltasar.
- ¡Papi, papi!- Álex entró al cuarto de su padre con Noel corriendo torpemente tras él y saltó a la cama.- ¡Me ha pasado algo increíble!
En ese momento, el trineo de Santa pasó por al lado de los tres ocultos observadores y guiñó el ojo en un gesto de agradecimiento mientras las palabras mágicas de tal noche resonaron por todo el oscuro y despejado cielo: Jo, jo, jo, Feliz Navidad.
18 nov 2010
[Historia] Esparta. Los Homoioi
¡Buenas noches! Soy consciente de que este post igual no le gusta a todo el mundo porque hoy vamos a centrarnos en la historia. Pero como es mi blog... ¡ajo y agua! jajaja. Hoy vamos a hablar de la antigua Esparta. La Esparta de la Grecia clásica, la Grecia de las polis, las ciudades-estado. Vamos a hablar de lo que significaba ser un espartano de pleno derecho: un Homoioi.
¿Qué es un Homoioi? Es el nombre que recibían los espartanos cuando cumplían los treinta años, donde ya alcanzaban todos sus derechos. También se les llamaba Iguales, o Espartíatas de pleno derecho.
Curiosamente, la ciudad más dedicada a la batalla en Grecia al principio era una simple polis más que recibió muchas derrotas en las Guerras Mesenias y de sus más conocidos enemigos, los argivos de Argos. Fue en una batalla contra estos últimos, y en pleno proceso de instauración militar, cuando Esparta materializó el sueño de Licurgo: formar un ejército basado en hoplitas, la unidad de infantería pesada más efectiva de la época. Fue Licurgo, alguien de cuya existencia real no hay demasiadas pruebas quien, en teoría, cambió las leyes que dieron forma a la Esparta arcaica en la Esparta que todos conocemos (históricamente, claro, no me jodáis xD).
Se instauró un eforado que iba rotando cada año, y que no era otra cosa más que un consejo de cinco ancianos llamados éforos que vigilaban, controlaban y aconsejaban las decisiones tomadas por la Diarquía (había dos reyes) y la Gerusía (la asamblea de ancianos y homoioi).
Se hizo un increíble hincapié a la apelación del espíritu patriótico. La ciudad por encima de todas las cosas. Una ciudad a la que defender y por la que morir sin vacilar. Se instauró además una especie de comunismo en la que el Estado era dueño de todas las cosas. Se entregaban tierras por igual a cada homoioi; los esclavos ilotas de cada familia pertenecían al Estado; los niños al nacer también estaban destinados a servir por y para Esparta.
Y sobre todo, lo que más cambió el destino de Esparta: la instauración de la Agogé.
La Agogé era un sistema de educación que empezaban los niños desde los siete años de edad. Ya en su nacimiento eran examinados para determinar si crecerían fuertes y vigorosos. Así pues, los niños eran arrancados de sus familias para entrar en la academia militar, donde además de aprender a leer y escribir aprendían a ser máquinas de matar. A desterrar cualquier sentimiento de su cabeza a la hora de la batalla. Aprendían a olvidar el miedo a la muerte, a nunca huir, y, básicamente, a sobrevivir. Pero para ellos, el honor, el coraje y la valentía estaban por encima de todo. Eran expuestos a situaciones extremas de vida o muerte.
Una jodienda que ni siquiera puede llegar a imaginarse nadie, ni incluso los que hayan pasado por la mili, (cosa que yo no, así que menos aún puedo imaginarme). Se puede decir que eran obligados a robar comida por la escasez que les daban para comer. Si los descubrían eran azotados por medio de un ritual en el que se sujetaban a un palo clavado en el suelo. Un compañero lo flagelaba, y otros dos estaban a su lado para levantarlo cuando cayera al suelo, pero para seguir azotándolo. Sólo se paraba cuando el niño soltara las manos del palo, pero el orgullo para algunos era más importante que el dolor e incluso llegaban a morir antes de soltarse.
Así pues, no sólo conseguían ser los mejores guerreros en combate, sino que llegaban a ser además, los mejores atletas de su época. Imaginaros, desde pequeños entrenando, haciendo ejercicio, siendo llevados al límite, no sólo físicamente, sino mentalmente también.
Por eso está registrado que una gran mayoría de campeones de las antiguas Olimpiadas de Olimpia eran espartanos.
En la más estricta educación seguían los chavales hasta los veinte años, edad a la que ya podrían portar en el campo de batalla los escudos con las lambdas de Lacedemonía grabadas. Ondear la capa carmesí tan temida incluso por el gigantesco imperio persa. Se enfundaban henchidos de orgullo por primera vez el casco corintio típico de los hoplitas, por fin iban a entablar una batalla real, aquello por lo que vivían y por lo que servían a Esparta. Así marchaba por primera vez a la batalla un hoplita recién convertido en espartano, casco embotado; el hoplón de bronce, el escudo de casi 8 kilos enfundado en la izquierda; la lanza en la diestra; la xiphos, la espada corta envainada en el cinto y la coraza y grebas brillando nítidas al sol mientras la capa roja típica espartana es movida por el viento que seguro, en ese momento, inspira más seguridad, aún si cabe, en la victoria en esa mente más que preparada para dicha empresa.
Así se presentaba la falange espartana ante las líneas enemigas. Según cuentan, la sola visión de tal muro de lambdas inspiraba tanto temor que la victoria no era una opción para los enemigos. También dicen que las lanzas espartanas en formación eran las únicas que no temblaban de nerviosismo y temor, que se mantenían todas equidistantes y tan firmes como el cuerpo mismo de cada uno de esos soldados que las portaban. Ahí estaba la diferencia en Esparta. El ejército de cada ciudad estaba formado por hoplitas que en invierno eran ganaderos, artesanos, agricultores que podían permitirse la compra de la panoplia de hoplita y que sólo se enfundaban la armadura para entrenar dos o tres veces en tiempo de verano. Pero Esparta no, los espartanos cada día se enfundaban la armadura y cada día entrenaban, fuere invierno o verano. Para eso conquistaron a un pueblo entero, Mesenia, para hacerlos sus esclavos y que fueran ellos quienes les trabajaran la tierra, les dieran de comer y que la única ocupación de los hombres espartanos fuese la guerra.
Los lacedemonios siempre combatían en una proporción inferior mínima de dos o tres contra uno. Siempre confiados en la victoria. El éxito de los hoplitas espartanos no sólo residía en su superioridad física ni en la habilidad en el combate. Su fuerza residía en su unidad. Luchaban como una falange totalmente sincronizada. Desde pequeños les enseñaban que es casi más importante proteger la vida de tus hermanos de armas que la tuya. Como bien explica Leónidas en la película 300, cada soldado protegía con su escudo al luchador de su izquierda, y a su vez era protegido por el compañero de su derecha.
Otra de las claves era la movilidad y la capacidad de reacción de las filas espartanas. No debería ser nada fácil ni rápido maniobrar con una columna de veinte escudos de largo y ocho de profundidad. Pero los lacedemonios practicaban en sus entrenamientos las maniobras, y además, las practicaban en la más absoluta oscuridad para que luego fuese más fácil para ellos. Digamos que siempre hacían un "más difícil todavía" para que a la hora de la verdad no supusiera un gran esfuerzo. Fijaos además, que estaban tan seguros de sus posibilidades que era la única ciudad que no tenía muralla, y a menudo decían que las murallas de Esparta empezaban en el brazo de cada espartano y terminaban en la punta de su lanza.
Si juntamos todo esto no es de extrañar que veamos en la historia de este pueblo episodios como el que casi todo el mundo conoce: las Termópilas. Como sabéis, un contingente de trescientos espartanos liderados por el rey Leónidas encabezaron un pequeño ejército de aliados griegos y consiguieron retener a ciento y pico mil persas (bueno, se manejan muchas cifras, pero creo que para la época esta es la más adecuada según mi opinión). Una vez rodeados Leónidas y sus espartanos dieron vía libre de huída a sus aliados, pero la única opción que ellos sostenían para sí mismos era quedarse y dar hasta su última gota de sangre por la libertad de Esparta y Grecia.
Bueno esto es básicamente lo más general y destacado de la Esparta clásica. Lo esencial para admirar su valentía, su coraje y su orgullo. Es normal que se pueda llegar a pensar que hacían cosas brutales, que tenían una mentalidad extremadamente cerrada en todos los sentidos, y que tenían una manera de ser muy lacónica (de ahí viene el adjetivo, de Laconia, la tierra de los lacedemonios) para eso los entrenaban también, para que con pocas palabras expresaran una opinión clara y concisa. Sí, tíos, todo eso en nuestra época sería impensable, pero no olvidéis que hablamos de un franja de tiempo que se da antes de Cristo. Además, la mujer espartana era la mujer griega más libre e independiente de toda la hélade. Eso para terminar.
Para mi eran admirables.
9 nov 2010
[Actualidad] La vida sigue igual.
¿Qué tal gente? Demasiado tiempo sin aparecer por aquí, pero la verdad, aunque si que he tenido tiempo de escribir, lo que no he tenido han sido ganas. Pero bueno, ahora si las tengo, y prefiero esperar a tener ganas y escribir algo que merezca la pena a escribir por escribir y que no salga nada.